
Qué muchacho de la época no se quiso identificar con Dustin Hoffman, puesto en el dilema de ponerle los cuernos a su novia con su madre, o sea, su suegra, una lagartona atractiva e inmoral que se había propuesto pasarlo por la piedra antes que su propia hija, con música de fondo de Simon y Garfunkel.

Pongo dos carteles: uno americano y otro español.
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