En 1.967 la sensación en las pantallas de medio mundo fue El graduado. Para la época, esta película era un atrevimiento. No digamos para España, inmersa en plena dictadura franquista. Aun así la película fue estrenada con la calificación expresa de gravemente peligrosa, advertencia que se hacía desde las iglesias a la ciudadanía para que optara por pecar, o no pecar, viendo, o no viendo la película. Por supuesto, estaba prohibida la entrada a los cines a los menores de 18 años.
Qué muchacho de la época no se quiso identificar con Dustin Hoffman, puesto en el dilema de ponerle los cuernos a su novia con su madre, o sea, su suegra, una lagartona atractiva e inmoral que se había propuesto pasarlo por la piedra antes que su propia hija, con música de fondo de Simon y Garfunkel.
Vista hoy la película, ni es una maravilla cinematográfica, ni turbaría a ningún muchacho en semejante situación de lo absolutamente ingenua que es en sus planteamientos. ¡Qué tiempos aquellos! Pongo dos carteles: uno americano y otro español.
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