Carteles de una película que, por su rareza más que por sus cualidades, vale la pena traer al recuerdo. Hablamos de Aventura para dos (Spanish Affair), dirigida en 1957 por Don Siegel. No sé muy bien qué motivos llevaron al director de Harry el sucio a comprometerse con un guión que nada tenía que ver con su cine. Quizás la necesidad de ganar dinero y agenciarse de paso unas vacaciones en la exótica España de de aquellos años.
El argumento hubiera encajado como anillo al dedo de un Jean Negulesco, por ejemplo, que por esos años recorría Europa paseando y haciendo ligar a bellas muchas y apuestos caballeros americanos con nativos y nativas del Viejo Continente. Jessica, Tres monedas en la fuente/Creemos en el amor, En busca del amor… eran películas que estaban dirigidas por el director de Mujeres frente al amor (ay, Negulesco…) con bastante más soltura y encanto que esta anodina, cuando no lamentable, Aventura para dos, cuyo título americano hubiera sido mejor traducido como “Ligando en España”, por ejemplo.
Un arquitecto americano llega a España para trabajar en la construcción de un complejo urbanístico en los primeros años del desarrollo turístico y económico nacional. Como no habla español, contrata a una pizpireta gitanilla para que le enseñe el país, le cante y le baile, y sueltes los inevitables ¡ozú, mi arma!, ¡chiquiyo, que en España las mujeres somos mu decente!, y perlas por el estilo. El problema a tanto coqueteo lo pondrá el novio de la muchacha, un gitano machista y celoso que los sigue por todas partes jodiéndoles el paseo por los más bellos monumentos españoles... y creando una intriga cuasi policiaca.
La película no sirvió para que Carmen Sevilla se abriera por fin camino en Hollywood, algo que intentó en más de una ocasión: Las cosas estaban difíciles allí para las españolas que, entre otras limitaciones, tenían la más grande: ninguna hablaba inglés.
Eso sí, Carmen Sevilla, en todo su apogeo físico y vital, estaba guapísima tanto cuando se vestía de moderna como cuando sacaba bata de cola y martirizaba al pobre Richard Kelly con sus caracoleos y revueltas y sus pícaras canciones.
Pero en fin, los carteles son preciosos. ¿O no?.